miércoles, 13 de febrero de 2013

Romeo y Julieta (adaptación)

ROMEO Y JULIETA Adaptación libre, casi anecdótica, de la obra clásica de William Shakespeare. NARRADOR.-En la hermosa Verona, donde acaecieron estos amores, de familias rivales igualmente nobles habían derramado, por sus odios mutuos, mucha inculpada sangre. Los Montescos y los Capuletos, desde criados hasta señores habían hecho de las calles de la ciudad un campo de batalla. El príncipe de aquel lugar había advertido a ambas familias pena de muerte al siguiente alboroto. ¡Ah! Pero el amor no sabe de odios y rencores. Bueno veamos que pasa en la fiesta que ofrecen los Capuletos, y como le irá a Romeo en aquel lugar. CUADRO I (En casa de Capuleto. Entran la señora de Capuleto y el ama) SEÑORA.- Ama, ¿dónde está mi hija? AMA.- Ya la llamé. Cordero, mariposa, válgame Dios. ¿Dónde estará esta niña? Julieta... JULIETA.- ¿Quién me llama? AMA.- Tu madre. JULIETA.- Señora, aquí estoy. Dime que sucede. SEÑORA.- Ya puedes pensar en casarte. Hay en Verona madres de familia menores que tú, y yo mismo lo era cuando apenas tenía tu edad. En dos palabras, aspira a tu mano el gallardo Paris. AMA.- ¡Niña mía! ¡Vaya un pretendiente! Si parece de cera. SEÑORA.- No tiene flor más linda la primavera de Verona. AMA.- ¡Eso una flor! Sí que es flor, ciertamente. SEÑORA.- Di si podrás amar a Paris. JULIETA.- Lo pensaré, si es que el ver predispone a amar. Pero el dardo de mis ojos sólo tendrá la fuerza que le preste la obediencia. SEÑORA.- Los huéspedes se acercan. La cena está pronta Vamos tras ti, Julieta. El Conde nos espera. AMA.- Niña, piensa bien lo que haces. CUADRO II (Calle. Aparece Romeo, Benvolio y Mercutio con máscaras y antorchas encendidas) ROMEO.- ¿Pronunciaremos el discurso que traíamos compuesto, o entraremos sin preliminares? BENVOLIO.- Nada de rodeos Benvolio. MERCUTIO.- Bueno, pues a bailar se ha dicho. CUADRO III (Entran Capuleto, su mujer, Julieta, Teobaldo, y convidados con máscaras.) CAPULETO.- Celebro vuestra venida. En otro tiempo también yo gustaba de enmascararme, y de decir a los oídos de las hermosas secretos que a veces no les desagradaban. ¡Comience la música! Una mesa a mi primo, que nosotros no estamos para danzas. ROMEO.- ¿Dime, que dama es la que enriquece la mano de ese galán con tal tesoro? BENVOLIO.- No la conozco. ROMEO.- El brillo de sus ojos afrenta al del sol. Cuando el baile acabe me acercaré a ella y estrecharé su mano con la mía.. No fue verdadero mi antiguo amor, que nunca belleza como ésta vieron mis ojos. TEOBALDO.- Parece Montesco ¿Cómo se atreve este malvado a venir con máscaras a perturbar nuestra fiesta? Juro por los huesos de mi linaje que le voy a quitar la vida. CAPULETO.- ¿Por qué tanta ira, sobrino mío? TEOBALDO.- Sin duda es un Montesco, enemigo jurado de mi casa que ha venido aquí para burlarse de nuestra fiesta. CAPULETO.- ¿Es Romeo? TEOBALDO.- El infame Romeo. CAPULETO.- No más sobrino. Es un perfecto caballero, y todo Verona habla de sus virtudes. Si en algo me estimas, tranquilízate. TEOBALDO.- Tío, esto es una afrenta para nuestro linaje. CAPULETO.- ¡Basta! Lejos de aquí. (Sale Teobaldo) ROMEO.- (Cogiendo la mano de Julieta) Si con mi mano he profanado tan divino altar, perdonadme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso. JULIETA.- El palmero sólo ha de besar manos de santo. ROMEO.- ¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero? JULIETA.- Los labios del peregrino son para rezar. ROMEO.- ¡Oh, que santa! Truequen pues de oficio mis manos y mis labios. Rece el labio y concededme lo que pido. (la besa) JULIETA.- En mis labios queda la marca de vuestro pecado. ROMEO.- ¿Del pecado de mis labios? Ellos se arrepentirán con otro beso. (Torna a besarla) JULIETA.- Besáis muy santamente. AMA.- Tu madre te llama. ROMEO.- ¿Quién es su madre? AMA.- La señora de esta casa. ROMEO.- ¿Con que es Capuleto? ¡Hado enemigo! BENVOLIO.- (Jalando a Romeo) Vámonos, que se acaba la fiesta. ROMEO.- Harta verdad es, y bien lo siento. NARRADOR.- Ved cómo muere en el pecho de Romeo la pasión antigua, y cómo la sustituye una pasión nueva. Julieta ve pendiente de enemigo anzuelo el sabroso anzuelo del amor. Ni él ni ella pueden declarar su anhelo. Pero la pasión busca medios y ocasión de manifestarse. CUADRO IV (Escena en el balcón de Julieta) ROMEO.- ¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores...! (Pónese Julieta a la ventana) ¿Pero qué luz es la que se asoma por allí? ¿El sol que sale ya por los balcones de oriente? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos de luna, que está pálida porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro. Por eso se viste de amarillo color. ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece! ¿Cómo podría yo decirla que es señora de mi alma? Nada me dijo. Pero ¿qué importa? Sus ojos hablarán, y yo responderé. ¿Quién pudiera tocarla con el guante que la cubre? JULIETA.- ¡Ay de mí¡ ROMEO.- ¡Habló! Vuelvo a sentir su voz. ¡ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, cual nuncio de los cielos a la atónita vista de los mortales, que deslumbrados le miran traspasar con vuelo rapidísimo las esferas, y mecerse en las alas de las nubes! JULIETA.- ¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no reniegas del nombre de tu padre y de tu madre? Y si no tienes valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto. ROMEO.- ¿Qué hago, seguirla oyendo o hablar? JULIETA- No eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pie ni mano ni brazo, ni semblante ni pedazo alguno de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo. De igual suerte, mi querido Romeo, aunque tuvieses otro nombre, conservaría todas las buenas cualidades de su alma, que no le vienen por herencia. Deja tu nombre Romeo, y en cambio de tu nombre que no es cosa alguna sustancial, toma toda mi alma. ROMEO.- Si de tu palabra me apodero, llámame tu ama, y creeré que me he bautizado de nuevo, y que he perdido el nombre de Romeo. JULIETA.- ¿Y quién eres tú que, en medio de la noche, vienes a sorprender mis secretos? ROMEO.- No sé de cierto mi nombre, porque tú aborreces ese nombre, amada mía, y si yo pudiera, lo arrancaría de mi pecho. JULIETA.- Pocas palabras son las que aún he oído de esa boca, y sin embargo te reconozco. ¿No eres Romeo? ¿No eres de la familia de los Montescos? ROMEO.- (Que da la cara a Julieta) No seré ni una cosa ni otra, ángel mío, si cualquiera de las dos te enfada. JULIETA.- (Sorprendida) Si te encuentran, te matarán. ROMEO.- Más homicidas son tus ojos, diosa mía, que las espadas de veinte parientes tuyos. Mírame sin enojos, y mi cuerpo se hará invulnerable. JULIETA.- Yo daría un mundo por qué no te descubrieran. ROMEO.- Te amo, júrote por los rayos de la luna que platean la capa de estos árboles... JULIETA.- No jures por la luna, que en su rápido movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su inconstancia. ROMEO.- ¿Pues por quién juraré? JULIETA.- No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer. VOZ DE LA AMA.- ¡Julieta! JULIETA.- Espera, la ama me busca. (entra en su habitación) ROMEO.- ¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño. JUÑLIETA.- (Asomada otra vez en la ventana) Sólo te diré dos palabras. Si el fin de tu amor es honrado, si quieres casarte, avisa mañana al mensajero que te enviaré, de cómo y cuándo quieres celebrar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida e iré en pos de ti por el mundo. VOZ DE AMA.-¡ Julieta! JULIETA.- Buenas noches. ROMEO.- ¡Que el sueño descanse en tan dulces ojos y la paz en tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza! CUADRO V (Celda de Fray Lorenzo) FRAY LORENZO.- Ya la aurora se sonríe mirando huir a la oscura noche. Ya con sus rayos dora las nubes del oriente. (Entra Romeo) ROMEO.- Buenos días, padre. FRAY LORENZO.- Pasa… tú visita tan de mañana me indica que alguna triste ocasión te hace abandonar tan pronto el lecho. Y si no... será que has pasado la noche desvelado. ROMEO.- ¡Eso es, y descansé mejor que dormido! FRAY LORENZO.- Perdónete Dios. ¿Estuviste con Rosalía? ROMEO.- ¿Con Rosalía? Ya su nombre no suena dulce en mis oídos, ni pienso en su amor. FRAY LORENZO.- Dime con claridad el motivo de tu visita, si es que puedo ayudarte en algo. ROMEO.- Pues te diré en dos palabras que estoy enamorado de la hija del noble Capuleto, y que ella me corresponde con igual amor. Ya está concertado todo, solo falta que vos bendigáis esta unión. FRAY LORENZO.- ¡Por vida de mi padre San Francisco! (reponiéndose de la impresión) Yo te ayudaré a conseguir lo que deseas para que esta boda sea lazo de amistad que extinga el rencor de vuestras familias. ROMEO.- Vamos pues sin detenernos. FRAY LORENZO.- Vamos. (Salen) CUADRO VI (Cuarto de Julieta) JULIETA.- (Desesperada) ¿Qué pasó con mi mensaje, qué respuesta tienes? En suma ¿qué te dijo Romeo? AMA.- ¿Te dejarán ir sola a confesar? JULIETA.- Sí. AMA.- Pues allí mismo te casarás. Vete a la celda de Fray Lorenzo. Ya se cubren de rubor tus mejillas con tan sencilla nueva. Vete al convento. Yo iré por otra parte a buscar las escaleras, con que tu amante ha de escalar el nido del amor. A la celda, pues, y yo a comer. JULIETA.- ¡Y yo a mi felicidad, ama mía! CUADRO VII (Celda de Fray Lorenzo) FRAY LORENZO.- ¡El cielo mire con buenos ojos la ceremonia que vamos a cumplir, y no nos castigue por ella en adelante! ROMEO.- ¡Así sea, así sea! JULIETA.- (entrando) Buenas tardes, reverendo confesor. FRAY LORENZO.- Romeo te dará las gracias en nombre de los dos. ROMEO.- ¡Oh, Julieta! Si tu dicha es como la mía y puedes expresarla con más arte, alegra con tus palabras el aire de este aposento y deja que tu voz proclame la ventura que hoy agita el alma de los dos. JULIETA.- El verdadero amor es más pródigo de obras que de palabras; más rico en la esencia que en la forma. (Se abrazan) FRAY LORENZO.- Acabemos pronto. No os dejaré solos hasta que os ligue la bendición nupcial. (Salen) NARRADOR.- Todo iba de maravilla en cuanto a la unión, pero el destino les tenía preparada una mala jugada. La sangre de Mercutio y Teobaldo hirvió aquella tarde de verano. CUADRO VIII (Mercutio y Teobaldo se baten en la escena, entra Romeo y Benvolio) ROMEO.- Saca la espada, Benvolio. Separémoslos. ¡Oye Mercutio! ¡Oíd Teobaldo! ¿No sabéis que el Príncipe ha prohibido sacar la espada en las calles de Verona? Deteneos, Teobaldo y Mercutio. (Se van Teobaldo y sus amigos) MERCUTIO.- Mal me han herido. ¡Mala peste a Capuletos y Montescos! Me hirieron y no los herí. ROMEO.- Por culpa mía sucumbe este noble caballero, tan cercano deudo del Príncipe. Estoy afrentado por Teobaldo, por Teobaldo que ha de ser mi pariente dentro de poco. Tus amores Julieta, me han quitado el brío y ablandado el temple de mi acero. BENVOLIO.- Por allí vuelve Teobaldo. ROMEO.- Vuelve vivo y triunfante. ¡Y Mercutio muerto! Huye de mí dulce templanza. Sólo la ira guíe mi brazo, porque el alma de él está desde las nubes llamando a la tuya, y tú o yo o los dos hemos de seguirle forzosamente. TEOBALDO.- Pues vete acompañarle tú, necio, que con él ibas siempre. ROMEO.- Ya lo decidirá la espada. (se baten, y cae herido Teobaldo) BENVOLIO.- Huye, Romeo. Si te alcanzan vas a ser condenado a muerte. (Romeo sale) CUADRO IX (Jardín, en casa de Capuleto) JULIETA.- Ven, noche; ven, Romeo, tú que eres mi día en medio de esta noche, tú que ante tus tinieblas pareces un copo de nieve sobre las negras alas del cuervo. Ven, tenebrosa noche, amiga de los amantes, y vuélveme a mi Romeo. Y cuando muera, conviértete tu cada trozo de su cuerpo en una estrella relumbrante, que sirva de adorno a tu manto, para que todos se enamoren de la noche, desenamorándose del Sol. AMA.- (Que entra corriendo y muy agitada)¡ Niña, niña mía! JULIETA.- ¡Ay, Dios! ¿Qué te sucede? AMA.- ¡Ay, señora mía! Murió, murió. Perdidas somos. No hay remedio... Murió. Le mataron... Está muerto. JULIETA.- ¿Pero cabe en el mundo tal maldad? AMA.- En Romeo cabe, ¿Quién pudiera pensar tal cosa de Romeo? JULIETA.- Suplicio igual solo debe haber en el infierno. Dime ¿qué pasa? ¿Se ha matado Romeo? Dime que sí, y esta palabra basta. Di que sí o que no, que vive o que muere. Con una sola palabra puedes calmar o serenar mi pena. AMA.- Sí: yo he visto la herida. La he visto por mis ojos. Estaba muerto. JULIETA.- ¡Estalla corazón mío, estalla! ¡Ojos míos, yaceréis desde ahora en prisión tenebrosa, sin tornar a ver la luz del día! AMA.- ¡Oh, Teobaldo amigo mío, caballero sin igual. Teobaldo! ¿Por qué he vivido yo para verte muerto? JULIETA.- Pero ¡que confusión es esta que me pones! ¿Dices que Romeo ha muerto, y que ha muerto Teobaldo, mi dulce primo? AMA.- A Teobaldo mató romeo, y éste anda desterrado. JULIETA.- ¡Desterrado Romeo! Dios mío. Podrá encontrarse término o límite a la profundidad de este abismo? AMA.- Retírate a tu aposento. Voy a buscar a Romeo sin pérdida de tiempo. Esta escondido en la celda de Fray Lorenzo. Esta noche vendrá a verte. JULIETA.- Dale en nombre mío esta sortija, y dile que quiero oír su postrera despedida. CUADRO X NARRADOR.- La mala fortuna se ensañó con la pareja de enamorados, puesto que Capuleto pidió a Julieta de una buena vez se desposara con Paris. Pero que maravillosa ocurrencia tendrá Fray Lorenzo. JULIETA.- (Entra corriendo a la celda de Fray Lorenzo) Cerrad la puerta padre y venid a llorar conmigo: ya no hay esperanza ni remedio. FRAY LORENZO.- Ya sé cuál es tu angustia, y también ella me tiene sin alma. Sé que el jueves quieren casarte con el Conde Paris. JULIETA.- Que haremos padre. Aconsejadme bien, o el hierro sentenciará el pleito que ni vuestras canas ni vuestra ciencia saben resolver. No os detengáis; respondedme o muero. FRAY LORENZO.- Hija mía, detente. Aún veo una esperanza, pero tan remota y tan violenta, como es violenta tu situación actual. Pero ya que prefieres la muerte a la boda de Paris, pasarás por algo que parezca a la muerte. Si te atreves a hacerlo, yo te daré el remedio. JULIETA.- Todo lo haré, por terrible que sea, antes de ser infiel al juramento que hice a Romeo. FRAY LORENZO.- Bien: vete a tu casa, fíngete alegre. Di que te casarás con Paris. Mañana es miércoles: por la noche quédate sola, sin que te acompañe ni siquiera tu ama, y cuando estés acostada, bebe el licor que te doy en esta ampolleta. Un sueño frío embargará tus miembros. No darás señal alguna de vida. Tus párpados se cerrarán como puertas de la muerte que te excluyen la luz del día, y tu cuerpo quedará rígido e inmóvil, frío como el mármol del sepulcro. Así permanecerás cuarenta y dos horas justas, y entonces despertarás como de un apacible sueño. A la mañana anterior habrá venido el novio a despertarte, te habrá creído muerta y ataviándote, según su uso, con las mejores galas, te habrán llevado en ataúd abierto al sepulcro de los Capuletos. Durante tu sueño, yo avisaré por carta a Romeo; el vendrá en seguida, y velaremos juntos hasta que despiertes. Esa misma noche Romeo volverá contigo a Mantua. Es el único modo de salvarte del peligro actual, si un vano y mujeril temor no te detiene. JULIETA.- Dame la ampolleta, y no hablaremos de temores. FRAY LORENZO.- Tómala. Valor y fortuna. Voy enviar a un lego con una carta a Mantua. JULIETA.- Dios me dé valor, aunque ya le siento en mí. Adiós padre mío. NARRADOR.- Y así fue, Julieta embriagada de amor bebió hasta el fondo la pócima que se le había entregado. El amanecer pintó de luto la casa de los Capuletos. CUADRO XI (Julieta yace en su recámara, entra el ama) AMA.- ¡Señorita, señorita! ¡cómo duerme señorita! ¡Novia, cordero mío! ¿No despiertas? Haces bien: duerme para ocho días, que mañana ya se encargará Paris de no dejarte dormir. ¡Válgame Dios, y como duerme! Pero es necesario despertarla. ¡Señorita, señorita! (descubriendo el estado de Julieta) ¡Válgame Dios! ¡Socorro que mi ama se ha muerto! ¿Por qué he vivido yo para ver esto? Maldita sea la hora en que nací. ¡Señora, señora acudid1 SEÑORA CAPULETO.- (Entrando) ¿Por qué tanto alboroto? ¿Qué sucede? AMA.- Mi niña está muerta. SEÑORA CAPULETO.- ¡Dios mío, Dios mío! ¡Pobre niña! ¡Vida mía! Abre los ojos o déjame morir contigo. CAPULETO.- ¿No os da vergüenza? Ya debía de haber salido Julieta. Su novio la está esperando. SEÑORA CAPULETO.- ¡Si está muerta! CAPULETO.- ¡Dejádmela ver! ¡Oh Dios! Está helada. ¡Maldito día! ¡Maldita hora! FRAY LORENZO.- ¿Cuando puede ir la novia a la iglesia? CAPULETO.- Se irá, pero para quedarse allí. En vísperas de boda, vino la muerte a llevársela. FRAY LORENZO.- Dios la tenga en su gloria. (Salen todos los personajes, a excepción de Julieta. Alrededor de su alcoba se colocaran varias flores, simulando con ello su lecho sepulcral) NARRADOR.- ¿Observaron la santa hipocresía de Fray Lorenzo en el brillar de sus ojos? Todo marchaba bien, pero algo falló. El mensaje enviado por el fraile a Romeo nunca llegó, con lo cual el desdichado desconocía la falsedad de la muerte de Julieta. El pobre Romeo al saber de la muerte de su amada, desesperadamente buscó el medio para acompañarle en el viaje sin fin. Un miserable boticario a cambio de unas monedas le proveyó de un veneno mortal y... veamos lo que sucedió. CUADRO XII (Llega Romeo al aposento donde yace Julieta) ROMEO.- Esposa mía, amor mío, la muerte que ajó el néctar de tus labios, no ha podido vencer del todo tu hermosura. Todavía irradia en tus ojos y en tu semblante, donde aún no ha podido desplegar la muerte su odiosa bandera. Para impedirlo, dormiré contigo en esta sombría gruta de la noche, en compañía de esos gusanos, que son hoy tus únicas doncellas. Este será mi eterno reposo. Recibe tú la última mirada de mis ojos, el último abrazo de mis brazos y el último beso de mis labios. Brindemos por mi dama. Así, con este beso... muero. (Romeo cae. Llega Fray Lorenzo. Despierta Julieta.) JULIETA.- Padre ¿dónde está mi esposo? Ya recuerdo dónde debía yo estar y aquí estoy. ¿Pero dónde está Romeo, padre mío? FRAY LORENZO.- Tu esposo yace muerto a tu lado. Sígueme a un devoto convento y nada más me digas, porque la gente se acerca. Sígueme Julieta, que no podemos detenernos aquí. (Sale) JULIETA.- Yo aquí me quedaré. ¡Esposo mío! Más ¿qué veo? Una copa tiene en las manos. Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! No me dejo ni una gota que beber. Pero besaré tus labios que quizá contienen algún resabio del veneno. Él me matará y me salvará. (Le besa) Aún siento el calor de sus labios. (Se oyen pasos de fuera) Siento pasos. Necesario es abreviar. (Coge el puñal de Romeo) ¡Dulce hierro, descansa en mi corazón, mientras yo muero! (Se hiere y cae sobre el cuerpo de Romeo.) NARRADOR.- Al final costó la muerte de los enamorados la reconciliación de las dos familias y así llegó a su fin la triste historia de Romeo y su Julieta. F I N

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